viernes, 24 de octubre de 2014

jueves, 16 de octubre de 2014

Fallece Manuel Márquez Puyana.

El pasado martes 14 de octubre, falleció en Ceuta a los 48 años de edad, Manuel Márquez Puyana, hijo del mítico locutor radiofónico Enrique Márquez y técnico de Canal Sur Radio hasta que su salud comenzó a deteriorarse, hace ya algún tiempo.

En los últimos años, afincado en la ciudad de Ceuta, a la vez que su estado físico proseguía su decadencia, mantuvo su espíritu intacto y forjó estrechos lazos de amistad con familias de la zona. En especial, con su inseparable amigo Hamza Mohamed Mohamed, quien ha sido, como bien dice su hermana Inma Márquez "Su querido hermano musulmán".
Descansa en paz, Manuel.

(Foto cedida por Javier Osuna, procedente de la colección particular de Jesús Gargallo).

sábado, 11 de octubre de 2014

Nuevas grúas para el Puerto de Cádiz

Nuevas grúas para el Puerto de Cádiz. Entraron en funcionamiento en junio de 1978, día al que corresponde la foto. Fue todo un evento para la ciudad.

Por desgracia, su uso no ha sido de la intensidad que se esperaba en aquellos días.

lunes, 6 de octubre de 2014

El esplendoroso Trofeo Carranza en 1978


'El Trofeo de los Trofeos', lucía imponente ante la atenta mirada de medio mundo, que esperaba con ilusión cada año que los mejores equipos del momento se disputaran el preciado trofeo veraniego.

En la imagen, la imagen del Trofeo de 1978, cuya final conquistó el Atlético de Madrid ante el River Plate argentino, tras vencer por 1 - 0.

jueves, 2 de octubre de 2014

Nuevas instalaciones de AFANAS en Cádiz

He encontrado esta foto que ilustraba un artículo de los años 60 dedicado a las por entonces nuevas instalaciones del citado centro. Ahí la dejo por si alguien siente curiosidad.


miércoles, 1 de octubre de 2014

Bloqueo creativo

Llevo días intentando decidir el tema al que dedicar el rinconcito que Paco Márquez me reserva cada mes en su Universo Gaditano. En un principio, pensé en escribir sobre el preocupante aumento de gaditanos que consideran legítimo el uso del insulto, la amenaza o el escándalo como método para acceder a una vivienda o conseguir una licencia ‘por la vía rápida’, aunque sea en detrimento de otros en peor situación. En concreto,  se me vino a la cabeza  - por ser el más mediático -  el caso de Milagros Arzúa y sus tres hijos. Por una parte, no comparto ni puedo aceptar la manera de actuar de esta joven y sus defensores; pero por otro lado, soy consciente de que es muy sencillo criticarla por sus formas desde este cómodo sillón y con el techo que cubre a mi familia asegurado. Esta tesitura generó en mí un conflicto ético y moral, del que la única conclusión clara a la que pude llegar fue  la de que cuando legalidad y humanidad no van de la mano, es porque la primera está mal concebida y por lo tanto es necesario modificarla o sustituirla por otra u otras que garanticen la justicia y la dignidad de las personas.
Días más tarde, mientras navegaba por la red, me di de bruces con otro tema susceptible de convertirse en artículo: una descarnada crítica a José Pettenghi, a su pesimismo existencial y a la orientación ideológica de  sus columnas de opinión. En ella, el único argumento  - si es que así puede denominarse –  que utilizaba el autor  (bajo pseudónimo por supuesto) para atacar al que fuera concejal y director del Instituto Columela, era, una vez más, el de la trayectoria vital de su padre, el coronel Pettenghi. Entre otras cosas, reprochaba al profesor el hecho de haber pasado su infancia en el Gobierno Militar y haber acompañado a su padre cuando era sólo un niño. Pensé que el anónimo autor de tan burdo y despectivo escrito (casi un calco del publicado hace un par de años por José Blas Fernández), podría tratarse de una de esas personas incapaces de concebir siquiera la idea de que todos los seres humanos tenemos, por el simple hecho de serlo, el derecho natural de pensar por nosotros mismos (otra cosa es que hagamos uso de él o no). Total, que una vez más lo atacaban simplemente por ser ‘un hijo de su padre’; un hombre, por cierto, que además de militar, fue defensor y difusor de la cultura como pocos, poseedor de un vasto conocimiento que abarcaba diferentes disciplinas  - destacando las Bellas Artes  -  y un narrador excepcional. Tras pocos minutos, me di cuenta de que sería un desperdicio emplear este espacio para comentar las palabras de alguien que ataca como todos los cobardes, embozado, con la única intención de zaherir a Pepe Pettenghi y con un desconocimiento absoluto de la figura de su progenitor y de la suya propia.
En definitiva, seguía sin tema para mi artículo. Por mi mente, cada vez más inquieta por un interminable bloqueo creativo, desfilaron varias posibilidades, entre las que figuraba la de comentar la reciente apertura de ‘La taberna del Anteojo’, de la mano de Pepe Ferradans, con la que Cádiz recupera uno de los nombres míticos de nuestra hostelería. Su propietario, como pueden imaginar, es el hijo del inolvidable y querido José Ferradans Iglesias, ‘Pepiño’, que a base de  sangre, sudor y lágrimas, levantó el mejor restaurante de Cádiz, con un salón de celebraciones en el ático desde el que la  mar, bañada por el sol, realmente parecía ser de plata pura. Pero al final, tampoco terminó de convencerme la idea.
Desazonado y un tanto cabreado, decidí dar un último repaso a las posibilidades que había sopesado y observé que, en el fondo, todos recogían historias de padres e hijos; desde Mila Arzúa hasta José Ferradans, pasando por Pepe Pettenghi.
Justo en ese punto, me di cuenta de que había tenido delante todo el tiempo la respuesta a mis cuitas y quebraderos de cabeza. Recordé a mi padre, escribiendo en su despacho de casa con la ruidosa Olivetti eléctrica que mi madre le había regalado a mediados de los 70, antes incluso de venir yo al mundo. Según me relató mi progenitor en numerosas ocasiones a lo largo de los años, mi madre reunió las 150.000 pesetas  -  un capital para la época -  que le costó ‘el cacharro’ a base de echarle más imaginación todavía a la vida. Incapaz de privar a mis hermanos y a Evaristógenes  de cualquiera de sus pequeños placeres cotidianos (los sobres de ‘estampitas’ de los niños, la tapita de cantimpalo para mi padre, etc.), renunció al habitual café vespertino con sus amigas, alargó todavía un poco más la vida de sus zapatos y remendó sus vestidos, además de realizar algún que otro encargo de costura,  para reunir el dinero antes del cumpleaños de mi padre.
Años más tarde, cuando mi familia atravesaba una más que delicada situación económica, mi madre siguió apañándoselas para estirar hasta lo indecible las pocas pesetas que llegaban a casa, anteponiéndonos siempre a los demás.
Sólo con darle un par de vueltas a la cabeza, me vienen a la memoria casos similares en los que las madres demuestran una vez tras otra un coraje y una determinación extraordinarios para sacar adelante a sus hijos, resolviendo situaciones y conquistando objetivos que a priori se antojaban inalcanzables, luchando hasta la extenuación.
Es por ello que finalmente he decidido  -  aprovechando además las fechas que vivimos  - dedicar mis letras de este mes a las madres; esas figuras imprescindibles  e incansables que nos cuidan desde nuestro nacimiento hasta el final de sus días y para las que nunca dejamos de ser niños.
Ahora sí que no albergo duda alguna; no puede existir nada mejor sobre lo que escribir. Y aunque sé que todos tenemos a la mejor madre del mundo, quisiera destacar con estas letras a tres de ellas, por lo que suponen para mí.
En primer lugar, querría homenajear a mi cuñada Carmen, quien me regaló mi primer sobrino y ahijado hace ya casi dos décadas,  y que pocos años después volvió a llenarme de felicidad al traer a este mundo a Lucía, mi única y preciosa sobrina. No podría obviar a mi hermana, mi ‘tata’ de pequeño y que se desvive por sus dos  hijos… y por todos lo que la rodeamos.   
Y quería dejar para el final a mi madre, que a pesar del peso de los años y sus achaques, sigue conservando una inquebrantable fe en mí, a pesar de no haber sido precisamente un  modelo de comportamiento durante más tiempo del que hubiera sido deseable.
Es una lástima que el que les escribe no sea usuario habitual de sombrero, porque si así fuera, en este momento me lo quitaría  e inclinaría mi cabeza en señal de reconocimiento y aplauso a todas las madres del mundo.

Cádiz, ciudad sin memoria.


 Publicado el 23 de octubre de 2013 en Universo Gaditano.


Cádiz, ciudad sin memoria.




Todos los gaditanos hemos crecido escuchando a nuestros mayores decir que Cádiz es, con mucho, la ciudad más antigua de Occidente, llegando a cifrarse en 3.000 sus años de existencia. 30 siglos de historia en los que la ‘Tacita de Plata’ ha vivido todas las situaciones posibles, desde la pretérita bonanza hasta la lenta pero inexorable decadencia que viene padeciendo desde hace algo más de un siglo.
Seguramente, esta avanzada edad  guardará relación con la escasa memoria que la ciudad fundada por Hércules viene exhibiendo desde hace años; se ve que la cuna del comercio con los fenicios no es inmune a  los efectos de la demencia senil.
Prefiero pensar de esta ilusa manera, antes que dar por sentado lo que realmente parece evidente: que el gaditano, es un pueblo caprichoso y egoísta, que exprime mientras puede lo mejor de sus habitantes, para luego condenarlos al olvido y al más absoluto e injusto de los ostracismos, negándoles el justo reconocimiento que merece su labor. Son muchos los casos que puedo citar, pero hoy quiero centrarme en uno de los más injustos y clamorosos de cuantos conozco: José Manuel García Gómez, poeta y escritor, fundador del Colegio Argantonio y prohombre de las letras y la cultura gaditana durante los años más difíciles de nuestro pasado reciente.
García Gómez tomó la bandera de la diversidad cultural en Cádiz a mediados del siglo pasado, cuando corrían tiempos oscuros para toda aquella manifestación artística que no contara con el beneplácito de la corriente ‘oficialista’ de la literatura, enormemente influenciada y controlada por José María Pemán. Contra viento y marea, acompañado tan sólo de unos pocos afines, pero con el inagotable ímpetu que siempre le caracterizó y que impulsa a los que defienden la libertad, ejerció una impagable labor, quizás más callada, pero también más profunda que la de otros que actuaban a base de golpes de pecho y buscando la ‘palmadita en la espalda’. La plasmación material de estos esfuerzos llegó con la aparición, allá por los años 50, de la revista ‘Caleta. Literatura y Pensamiento’, por cuyas hojas desfilaron grandes firmas del panorama internacional y que le llevó a forjar grandes lazos con muchos de los grandes de la literatura hispanoamericana.
Además de su labor en pos de la defensa de Cultura en Cádiz, no se puede pasar por alto su relación con 'El Arco de la Rosa', cuya demolición evitó con una férrea oposición a la postura oficial.
 
Junto a su esposa Catalina Gil, baluarte y apoyo imprescindible en su obra,  y con el empeño de continuar acercando el conocimiento y la formación a todos los gaditanos, fundó en 1970 el Colegio Argantonio, primer centro privado mixto de Cádiz, convertido hoy en referente del mundo de las letras y la educación universal.
Dentro de pocos meses se cumplirán dos décadas de ausencia de José Manuel García Gómez. Dos décadas en las que tan sólo el empeño de su familia y sus más allegados han impedido que el paso del tiempo difumine con su niebla la existencia y la obra de este poeta y escritor gaditano.
Creo que sería de justicia que cuando se cumpla el vigésimo aniversario de su fallecimiento, el nomenclátor de esta ciudad sin memoria llamada Cádiz, incluyera una entrada denominada “Calle Poeta José Manuel García Gómez”, aunque llegue con 20 años de retraso.

Publicado en Universo Gaditano el 14 de enero de 2014. 

Naftalina.



Hace un par de días escuchábamos al portavoz del grupo socialista en el Ayuntamiento, Fran González, solicitar, una vez más, una ‘Mesa por el Empleo’ especial para Cádiz. Poco después, afirmaba con gran rotundidad y un rictus que le hacían parecer incluso sincero que “Frente a viejas políticas, lo que hace falta en Cádiz son otras nuevas que acaben con la decadencia, la demagogia y el olor a naftalina reinantes en el equipo de Gobierno”; y seguidamente, haciendo gala de idéntica solemnidad, exigía “Que la alcaldesa rompa así con su habitual seguidísimo hacia políticas de su partido contrarias a los intereses de la ciudad”.
Decepcionan y asombran un poco estas palabras y acusaciones por parte del joven Secretario General del PSOE en Cádiz. Quizás, debido a su lozanía vital y política, los rigores del invierno hayan atrofiado temporalmente sus capacidades olfativas, y por ello sólo detecta el olor a naftalina en la plaza de San Juan de Dios, quedando fuera del alcance de su pituitaria la delegación de Gobierno de la Junta en Cádiz y por ende, el propio gobierno <utonómico.
Otra posibilidad es que el intenso olor del producto que nuestras abuelas utilizaban para guardar la ropa ‘a salvo’ de las polillas, sea tan intenso en la plaza de San Antonio y la calle Ancha, que la brisa procedente  de la reciente apertura de los hermosos ventanales, resultantes de la gravosa remodelación de la sede socialista, no haya podido todavía eliminar ese desagradable tufo de los sillones de la misma, ocupados hasta hace bien poco por ‘Chiqui’ y su camarilla.
Esta hipótesis, aunque posible,  parece menos creíble, ya que Pérez Peralta, González Cabaña y compañía, siempre tomaron medidas para no quedar impregnados de tan irritante olor. Como buenos políticos, cercanos a la sociedad más humilde y sus costumbres, sabían que el aire fresco era la mejor manera para eliminar el olor a naftalina. Probablemente, por ello, aplicaron siempre a rajatabla la norma de ventilar todo lo posible en ferias, verbenas y actos similares.  
El olor a naftalina se ha convertido en una de las frases favoritas en el limitado vocabulario de nuestra clase política, quienes recurren habitualmente a ella cuando quieren acusar a sus oponentes de acomodados, anticuados o inmovilistas.
Es por eso que resulta un tanto preocupante que PP y PSOE se enzarcen en polémicas y discusiones estériles por si es necesario o no proponer ‘Mesas de empleo’, ‘Grupos de trabajo’, ‘Comisiones de estudio’ o como quieran llamarlas, porque al fin y al cabo, no dejan de ser el mismo perro con otro collar.
La realidad es que tanto en Cádiz capital como en el resto de la Bahía estamos  acostumbrados a escuchar este tipo de iniciativas y a ver como siempre quedan en agua de borrajas. Que se lo pregunten a los trabajadores de Delphi, o a los que esperaban como agua de mayo que el ‘Proyecto de las Aletas’ ayudase a paliar, al menos en parte, la crítica situación del mercado laboral que padece este viejo y olvidado rincón. También pueden consultar a los empleados de los diferentes astilleros que contemplan como día a día languidecen sus esperanzas, o al pequeño comerciante que se ve obligado a echar el cierre ante la eterna promesa de una ayuda que no llega.  
Lo cierto es que ningún Gobierno Central (del color que fuera), ha conseguido evitar la caída sin frenos del sector industrial y económico de la Bahía. Y lo que es peor, que a la Junta de Andalucía (que es quien cuenta con la mayoría de las competencias y medios para revitalizar la zona), sólo le ha importado esta lamentable situación y ha reivindicado ayudas e inversiones durante los gobiernos populares de Aznar y Rajoy, mientras calló cobardemente en las etapas de González y Zapatero.
 Y quien quiera un ejemplo, ahí tienen la otrora famosa ‘Deuda Histórica’ con Andalucía. Después de exigir a gritos el pago inmediato de cantidades cifradas hasta en 4.000 millones de euros durante los ocho años de gobierno de Aznar, bastaron unos pocos meses para aceptar un cobro diferido y no líquido de 784 millones, que se conmutarían por solares o propiedades por un valor equivalente. Lo que es decir: ni un duro.
Señor González (Fran), es usted dirigente de un partido que ha gobernado España durante 22 años y que es el único que, desde 1982 (año de su fundación), ha presidido la Junta de Andalucía; 32 años consecutivos. Al final, no me queda otra que darle la razón: existe un profundo olor a naftalina en nuestras instituciones de gobierno y en nuestras fuerzas políticas.
Pero, ni la naftalina, es capaz de evitar el deterioro de las prendas cuando se abandonan en un cajón durante más de 30 años sin que nadie se preocupe por ellas.

La Feria del Libro en San Juan de Dios.

Aunque pueda parecernos sorprendente, sobre todo a los más jóvenes, la Feria del Libro se celebraba hasta hace unas décadas, en la Plaza de San Juan de Dios, justo delante del edificio Fénix. En la foto, se puede contemplar la clausura de la III Feria del Libro de Cádiz.


Celebración del primer ascenso del Cádiz C.F. a Primera División.

Celebración por todo lo alto de la plantilla y el resto de componentes del Cádiz C.F. en un local de la Calle de la Rosa. La foto, como no,  realizada por el inolvidable 'Juman'.