Uno de mis mayores tesoros.
Todavía recuerdo aquel día de 1997, sentado en la cafetería del antiguo Hotel
Atlántico esperando que mi padre y Rafael Román, siempre amigo,
aparecieran por la puerta en compañía de Gabriel García Márquez.
Con mis 17 primaveras, mientras lo veía acercarse, me iba poniendo más y
más nervioso. Incluso me costó trabajo hablar porque los
nervios y la emoción, me habían dejado la boca seca.
Cuando me dio
la mano tras presentarnos, notó mi inquietud y me dijo que me
tranquilizara. Después de aquello, los cuatro nos sentamos en torno a
una mesa junto al piano y durante los poco más de 20 minutos que
estuvimos allí, no volví a abrir la boca.
Sin duda, uno de mis mejores recuerdos.
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